sábado, 23 de septiembre de 2023

Procedimiento de Desequilibrio Macroeconómico de España


La información económica y financiera que llega a los ciudadanos está excesivamente cocinada y con bastante sesgo electoral. Por desgracia el análisis económico ha pasado a mejor vida -o a una vida más discreta-, y las noticias realmente tienen unas dosis excesivamente altas de opinión, desconocimiento y marketing publicitario. Cada actor político expone los datos económicos que más le beneficia a sus intereses electorales con ayuda de los medios de comunicación con líneas editoriales afines. No hay que olvidar que existe un negocio publicitario bastante rentable en torno a la publicidad política. No se trata de desprestigiar la industria de la comunicación en su totalidad, pero hay que poner de manifiesto el excesivo sesgo que hay entre las noticias económicas que publicitan y la realidad que existe cuando se analizan los datos al detalle en origen.


Para evitar el sesgo que incorpora el entorno comunicativo y no caer en la sobresaturación de datos económicos y financieros existentes, hay maneras más simples de hacerse una idea de la realidad económica, sin tener conocimientos avanzados en la materia ni caer en la abundante contaminación informativa. Un ejemplo es el Procedimiento de Desequilibrio Macroeconómico (PDM) que creó la Unión Europea en 2011 y que consiste en un mecanismo de vigilancia para medir los riesgos macroeconómicos de los países que la componen. Consiste en indicadores de saldos y flujos que tratan de identificar dinámicas peligrosas y desequilibrios que puedan comprometer la estabilidad económica en el largo plazo.


Como es lógico, los datos publicitados por los actores políticos sobre crecimiento económico y desempeño laboral buscan un objetivo que nada tiene que ver con la didáctica general, y menos aún tienen el propósito de explicar a la ciudadanía la situación real y los riesgos/problemas a medio plazo. El crecimiento económico apoyado en desequilibrios, como un excesivo endeudamiento público o privado, una pérdida de competitividad de la economía, o una burbuja fiscal o inmobiliaria, tienen unas consecuencias que suelen hipotecar al país durante bastantes años. La experiencia de la década pasada debería haber servido para prevenir ese tipo de dinámicas, aunque parece que los decisores políticos lo han olvidado intencionadamente, atendiendo exclusivamente al ciclo electoral en el que estamos inmerso.


Un ejemplo de la realidad a la que se enfrenta los ciudadanos la tenemos en los tipos de interés que pagan por la hipoteca. No entienden la lógica de aumentar el coste de los préstamos utilizados para adquirir un bien básico como es una vivienda. Los bancos centrales suelen utilizar un panel de indicadores económicos para orientar la política monetaria ante desequilibrios macroeconómicos como la inflación. En ese panel de indicadores no están los objetivos electorales que tienen los gestores políticos de cada país. Tampoco tienen en cuenta las expectativas, creencias, ilusiones y deseos de su población, y que los actores políticos tratan de gestionar en función de sus propios intereses. Por tanto, cuando existen desequilibrios que ponen en riesgo la estabilidad financiera y la capacidad adquisitiva de la moneda, suelen actuar aplicando políticas monetarias que en la práctica buscan enfriar la economía. La Zona Euro presenta una disparidad entre las distintas economías que la componen, y el BCE no actúa en función de las necesidades económicas o de coyuntura política de países como el nuestro. Esto implica que la ciudadanos deberían tomar sus decisiones financieras en función de las dinámicas globales que muestran un conjunto de datos como los recogidos en el PDM, y no tanto en las noticias con excesivo sesgo publicitario que inundan los medios.

En el mundo bancario existen los test de estrés que se realizan a la banca comercial  por parte de la Autoridad Bancaria Europea (EBA) en coordinación con el Banco Central Europeo, la Junta Europea de Riesgo Sistémico (JERS) y organismos competentes nacionales. Se trata de hacer proyecciones bajo escenarios adversos, y así poder conocer qué sucedería en caso que se produjera una situación económica difícil, y cómo actuar ante esa eventualidad. El PDM podría ser una herramienta análoga si no fuera porque en Europa se ha tomado la decisión política de inhabilitarlo como mecanismo para detectar síntomas de desequilibrio, y así comenzar a tomar medidas para su corrección. Si en la actualidad se realizaran a países como el nuestro algún test de estrés macroeconómico similar al que se le realizan a los bancos, no solo no lo aprobarían sobre un escenario base (previsible), sino que pondría de manifiesto el enorme peligro que existe de repetir la gran desaceleración de la década pasada. Lo peor es que sin herramientas fiscales (gigantesca deuda pública actual) y agotadas las herramientas monetarias (enorme liquidez ya existente en el sistema), esto pueda pasar a la historia como una gran recesión en caso de que se produzca un escenario adverso.

En conclusión, las decisiones de los hogares están excesivamente contaminadas de optimismo o pesimismo en función del actor político que exponga sus argumentos económicos. Aún peor es la creación constantes de polémicas mediáticas recurrentes que afectan a la sensibilidad y a los sentimientos de las personas, y básicamente buscan enmascarar los verdaderos problemas que tiene la sociedad en el medio y largo plazo. Pensar que la inflación va a limar la enorme deuda pública de países como España es un riesgo que están dispuestos a correr los gestores políticos actuales en la medida en que ellos no van a tener que responder por esa irresponsabilidad. Tal imprudencia tiene unos resultados perversos si los déficit generados en periodos de crecimiento económico no sirven para aumentar la producción nacional a largo plazo. Esa consecuencia es la subida de impuestos sin un retorno social y la sustitución del sector privado por el público en sectores dónde el primero ha demostrado tener más eficiencia económica y social. En definitiva, que el diablo está en los detalles y que el demonio hace todo lo posible porque no se conozcan.