También hay que volver a recordar que el déficit público se acumula en la deuda que posteriormente hay que amortizar o refinanciarla. Una lección que se nos ha olvidado de la crisis financiera de la década pasada es que la deuda pública tiene un coste que hay que pagar con el presupuesto público en el futuro y sobre todo que los acreedores deben percibir una gestión financiera responsable por parte de sus gestores políticos. Debemos tener en cuenta que el BCE tiene como objetivo aportar estabilidad financiera al conjunto de la UEM, pero no se puede utilizar para financiar constantemente la deuda emitida de un país. Pensar que el banco central actuará siempre en caso de inestabilidad en los mercados de deuda soberana, y sin compromiso por parte del país endeudado de forma imprudente, es una estrategia peligrosa. Un comportamiento habitual de este tipo pondrá de manifiesto un riesgo moral y un comportamiento oportunista que no es muy probable que vayan a permitir. En definitiva, que la política monetaria no está para solventar los problemas que genera una política fiscal irresponsable.
Otra idea que está permanentemente en los medios de comunicación como éxito de la gestión económica realizada por los responsables políticos, es el descenso de la deuda pública comparada con el PIB durante el último ejercicio. Esa afirmación expuesta así es percibida por los ciudadanos como un elemento positivo de dicha gestión, pero esconde peligros que no se aprecian, y lo que es peor aún no se explican convenientemente para que se pueda valorar los riesgos que implica dicho comportamiento financiero. Si comparas la deuda pública respecto al PIB cuando acabas de inyectar a la economía un enorme estímulo fiscal, es probable que salga un ratio estable o incluso inferior. El problema viene cuando el PIB se contrae y sube peligrosamente dicha ratio hasta niveles que los que tienen que financiar la deuda consideran un riesgo excesivo. Un ejemplo lo tenemos en la anterior crisis financiera, en la que entramos con una deuda sobre PIB del 35% en 2008 y salimos con una ratio del 100% en 2013, debido en gran medida a una contracción de PIB y al derrumbe de los ingresos fiscales de una economía en estado de shock. En este caso, el BCE asumió la deuda pública española que no querían los inversores, para evitar una fragmentación en los mercados de deuda pública soberana, y consiguiendo reducir drásticamente la prima de riesgo española.
No hay que ser un experto para ver que la próxima crisis financiera se está gestando, ya que se han agotado las soluciones de política monetaria durante la crisis anterior, y la política fiscal actual no tiene en cuenta la prudencia financiera necesaria en el medio y largo plazo. La gestión económica actual puede haber sido un éxito, pero la estrategia financiera va a llevar al país a una situación delicada de manera que probablemente haya sido pan para hoy y hambre para mañana. El problema es que esto ha sido así durante estos últimos 20 años.